Solidarios. La vida más allá de uno mismo, de Antonio Rubio Plo

 


En “Solidarios. La vida más allá de uno mismo”, Antonio Rubio Plo nos presenta a cinco personalidades universales porque sus obras, profundamente humanas, también lo son. En ellas nos adentramos en la venganza y el perdón, la amistad, el amor, la solidaridad… en definitiva, en los sentimientos humanos que nos mueven y que nos hacen seguir vivos.

Con un estilo íntimo, similar a un diario de viajes, las páginas fluyen por meandros provocados por personas con las que el autor coincide y que nos llevan por un recorrido que no se detiene únicamente en la vida y obra de cada uno de los personajes objeto del libro, sino que también tienen cabida películas que la historia de cada personaje le evocan a Antonio, desde Moscú no cree en las lágrimas a propósito de Svetlana Alexievich, filme del que dirá Antonio que es “un canto al esfuerzo personal y al amor generoso, que resulta ser la esencia de la felicidad, pese a todas las dificultades”, pasando por Belarmino en el capítulo dedicado a António Guterres hasta El Evangelio según San Mateo a propósito de Andrea Riccardi. En definitiva, un viaje humano, cultural, histórico y social a través de cinco personas solidarias.

El primer personaje elegido por Antonio Rubio tiene algo de especial desde el inicio. Como nos indica, Svetlana Alexievich se trata de la primera premio Nobel de Literatura cuya obra no es de ficción. Esta periodista bielorrusa conversa en toda su obra con los personajes históricos anónimos, históricos porque se circunscriben en cada momento histórico de los tratados en su trayectoria como escritora y anónimos porque forman parte del pueblo llano, siendo sus testimonios cotidianos. Lejos de menospreciar esta sencillez y monotonía vitales, Alexievich se sienta con ellos y los trata de tú a tú, pero con la misma atención y respeto que si se trataran de grandes figuras de la sociedad. En ese clima intimista y puramente humano, sus interlocutores se encuentran cómodos y en confianza, ofreciéndonos unos relatos llenos de vivencias y sufrimientos, humanos en definitiva.  Como dirá Antonio Rubio, la obra de esta premio Nobel no es una literatura de gestas ni de héroes, sino la versión de los hechos de personas comunes, de abuelas, madres o viudas, a través de los cuales vemos “cómo el sufrimiento transforma al hombre pequeño en un gran hombre”. En este sentido, Antonio Rubio ve en Alexievich a Tolstoi al dar protagonismo a las voces anónimas. Este estilo único y humano de Alexievich se refleja en las obras escogidas por Antonio Rubio: La guerra no tiene rostro de mujer, Los muchachos del zinc, El final del hombre soviético y Voces de Chernóbil, obra que inspiró la famosa serie de HBO.

En el capítulo dedicado a António Guterres, actual Secretario General de la ONU, el autor nos presenta a un hombre profundamente católico que siempre ha obrado inspirado por los ideales de su religión, en especial por la paz, la justicia y la solidaridad. En definitiva, un hombre “de afecto y cercanía” con un profundo sentido social que le inspiró tanto en el voluntariado de su juventud como en la política nacional en su madurez, pasando por el plano internacional como Alto Comisionado de ACNUR y actual Secretario General de Naciones Unidas. Vemos a un hombre humano, solidario, paciente, negociador, que siempre buscará el bien común y que querrá que su filosofía de vida quede plasmada en su trabajo diario, que apreciamos en la profunda reforma que acometió al frente de ACNUR para hacer de ella una organización más dinámica y efectiva, capaz de dar una mejor respuesta a los problemas que se le planteaban. Antonio Rubio ve en Guterres a un hombre que no es capaz de separar la ética de la política, lo cual tiene su reflejo en su visión y tratamiento humanos de los problemas a los que ha tenido que enfrentarse, siempre guiado por la cooperación y la solidaridad.

De la mano del cineasta chadiano Mahamat Saleh Haroun, Antonio Rubio nos descubre un cine olvidado y desconocido, el africano, que ha ido evolucionando y se encuentra ahora mismo tratando temas íntimos y personales, que se centrará en los cambios sociales, culturales o la actualidad medioambiental. Partiendo desde su primera película, Bye Bye Africa, conocemos a un director que deja la huella de sus raíces en sus filmes, llenos de símbolos africanos pero con un mensaje de cultura universal: la amistad, el amor e incluso el perdón, “que sirve para deshacer los actos del pasado, restaura y rehabilita la capacidad humana para actuar”.

El cuarto personaje escogido es Andrea Riccardi, un profesor universitario que a la tierna edad de dieciocho años decidió cambiar las cosas y protestar contra los problemas sociales, pero de una forma poco practicada: aportando su granito de arena para cambiar el mundo. Ese pequeño primer grano de arena se convirtió en la Comunidad de Sant’Egidio, de inspiración cristiana, que busca acabar con la pobreza material y espiritual y arrojar una mirada humana y solidaria a todos los conflictos que encara, filosofía que podemos apreciar en la intermediación de la Comunidad de Sant’Egidio para poner fin al conflicto de Mozambique y encontrar a los dos bandos enfrentados, el FRELIMO y la RENAMO. La solidaridad, la fraternidad y la búsqueda de la paz que siempre han inspirado a Riccardi se pueden ilustrar en esta frase suya: “vivir para uno mismo se convierte en una lógica totalmente mercantil. Pero a fuerza de vivir para uno mismo, un hombre y una mujer mueren; a fuerza de vivir para uno mismo se apaga una nación, se apaga una comunidad”.

Terminamos este viaje con Antoinette Kankindi, una pensadora y profesora congoleña que impulsó el proyecto African Women Leadership y que fue galardonada en el año 2017 con el Premio Harambee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana. Esta profesora congoleña vive cada día poniendo en práctica la lección de vida que le inculcó su madre: interesarse por los demás, sin que en ningún caso sea un interés interesado. Esta fraternidad y solidaridad, que es el hilo conductor de la obra y el elemento común de los cinco personajes, le llevó a instruir y querer mejorar la vida de un pequeño grupo de empresarias keniatas a través de su galardonado proyecto. En sus clases pondrá el foco de atención en el bien común y su necesaria realización en la política, dedicando mucho esfuerzo con la responsabilidad social, pues, como dirá Antonio Rubio, “si no, al final uno acude a sus propios intereses y se da un fenómeno tan viejo como el mundo que es la corrupción”.

Tras leer el libro, uno siente la humanidad y fraternidad que reflejan los cinco personajes escogidos, experimentando la fuerza de una empresa que trasciende a cualquier persona, la solidaridad. En tiempos de pandemia, donde nuestros esquemas se han tambaleado, con "Solidarios" aprendemos que hay otra forma de vivir no tan individual y aislada, sino abierta, fraternal, solidaria, humana en definitiva. Se trata, pues, de una lectura obligatoria para aprender una de las grandes lecciones que nos ha dejado la pandemia: todos somos frágiles, humanos, y nos necesitamos. 


APM

 

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